ENTREVISTA LA RAZÓN: Dr. Bartek, el medico estético que habla claro y sabe que ¨no todo vale¨

ENTREVISTA LA RAZÓN: Dr. Bartek, el medico estético que habla claro y sabe que ¨no todo vale¨

 

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Dr. Bartek, el médico estético que habla claro y sabe que no todo vale

En los últimos años estamos observando un incremento deslumbrante de centros y clínicas de medicina estética que aumentó aún más después de la pandemia de la COVID-19. Las ofertas y promociones de estética nos llegan desde todos los sitios: por redes sociales, carteles publicitarios, flyers… y nos ofrecen tratamientos de bajo coste y una disponibilidad inmediata para su aplicación. ¿Pero por qué el “lifting sin cirugía” de la clínica A no tiene nada que ver con el de la clínica B? ¿Por qué el precio del mismo tratamiento en una clínica no tiene nada que ver con la otra y de dónde viene el aumento de desastres estéticos que observamos en los últimos años?

Con estas preguntas acudimos al Dr. Bartek Kosmecki, de las sevillanas Clínicas Verkomed, que ha recibido el Premio Belleza y Estética La Razón por la labor de investigación y calidad de tratamientos realizados en sus clínicas. Este año lo pudimos ver en uno de los programas de investigación de la tele junto con una paciente que, tras realizarse un tratamiento de ojera en una clínica low-cost, padecía hinchazón y dolor en la zona durante más de 40 días, hasta que acudió a su clínica en busca de solución para dicho desastre estético. Nos sorprendió su sencillez en el juicio y la facilidad con la cual nos presentaba su caso. Desde entonces, el conocido como “maestro de la aguja” se ha convertido en un referente para pacientes decepcionados con los resultados de sus tratamientos y todos aquellos que buscan soluciones para sus problemas llegados desde diversos puntos de España e incluso del extranjero.

Dr. Bartek, ¿nos puede explicar de dónde viene tanto aumento de interés por los tratamientos de medicina estética en los últimos años?

Este aumento de interés está provocado por 2 factores principales. Primero, es época COVID, confinamiento y teletrabajo, que han aumentado la conciencia estética de los pacientes. Tenían más tiempo para mirarse al espejo, el mundo ha parado un mes y en vez de ver y observar a los demás, nos hemos empezado a analizar a nosotros, descubriendo que envejecemos.  El teletrabajo nos obliga también a vernos a nosotros mismos en la imagen de la cámara que durante horas tenemos delante; hasta ahora nadie tenía un espejo en la mesa de su trabajo y no podía verse continuamente. El segundo factor son las redes sociales y el aumento de presentación de tratamientos de medicina estética y cirugía plástica en ellos. La creciente demanda ha desencadenado una proliferación de nuevos centros que, para rellenar sus consultas, han invertido presupuestos millonarios en el marketing digital, promociones y publicidad, que de una u otra forma ha sido un estímulo de interés en los tratamientos de medicina estética.

¿Nos puede decir por qué los resultados del mismo tratamiento en un sitio y otro no tienen nada que ver?

Porque los tratamientos ofrecidos en un sitio y otro muchas veces tienen en común solo su nombre. En medicina estética, la terminología general es tan amplia como en la terminología COVID tan conocida últimamente por los pacientes. No es lo mismo un negativo COVID, un positivo asintomático, positivo en casa y positivo en la UCI. Igualmente, no es lo mismo un tratamiento full-face (tratamiento del rostro entero) del paciente de 30, 40 o 60 años. Uno necesitará 2, otro 3 y otro 10 jeringas de producto inyectable. Además, la medicina estética es una especialidad muy subjetiva, ya que el mismo paciente necesitará un distinto número de tratamientos según la opinión de un especialista u otro. Es igual cómo se ven las personas: seguramente en nuestro entorno encontraremos amigos o conocidos con una silueta de dudosa perfección que la enseñan con orgullo y otros que, teniendo un tipazo, se cubren con ropa por tener algún complejo o defecto que nadie más aprecia.

Bueno, una cosa es el juicio del médico que nos valora y otra el precio del mismo tratamiento. ¿Por qué observando las promociones del mismo tratamiento encontramos que un tratamiento con botox cuesta entre 200 y 500 euros dependiendo de la clínica, y un vial de ácido hialurónico entre 50 y 450 euros.

Porque no tiene nada que ver un botox con el otro, y menos aún un ácido hialurónico con el otro.

En España existen 3 principales casas comerciales que se ocupan de la distribución de toxina botulínica tipo A llamada “botox”. Dependiendo de la marca a utilizar se puede fijar un precio u otro. Pero el problema de la mayoría de tratamientos con toxina low-cost es que la dilución de la misma no es la adecuada. Clínicas que promocionan tratamientos con toxina bajo coste diluyen el producto, consiguiendo que ni el resultado ni la durabilidad del tratamiento sea suficiente; engañan a los pacientes vendiendo viales como si el paciente fuera el responsable de asignarse un vial, vial y medio, o dos, como si él mismo debiera saber cuántas unidades de toxina necesita para obtener el resultado deseado. El problema son resultados antiestéticos (cejas disparatadas, pobreza de resultados o resultados poco duraderos) o problemas en la revisión del tratamiento, donde el paciente, tras la realización del tratamiento, tiene que pedir otro vial, como si fuera algo extra y el médico no tuviera la obligación de valorar el caso antes de su aplicación. Igual funcionan los eslóganes publicitarios de Baby-Botox, Botox-light, Botox-natural, etc. Y la cosa se complica mucho más cuando hablamos de ácido hialurónico, ya que tenemos mas de 50 laboratorios diferentes a elegir, con más de 3-4 líneas de productos cada uno. 200 productos, desde ácidos que solo hidratan durante días, los que duran 1-2 meses, los que llegan a durar 12-14 o 18-24 meses. Y las densidades, que son aptas para aplicación intradérmica y profunda.

¿Dónde está el truco? ¿Por qué pacientes que han pagado 150 € en la clínica anterior se gastan 400 € en el mismo tratamiento en otra clínica? Porque ni el producto, ni la durabilidad, ni el resultado, ni la forma de realizar el tratamiento son los mismos. Para tranquilizar a aquellos que les gusta ahorrar y piensan que la diferencia está solo en el honorario del médico que realiza el tratamiento, tengo malas noticias, porque se suele cobrar el mismo honorario por jeringa y la diferencia de precio mayoritariamente está en el producto.

¿Hay mucha diferencia entre los típicos tratamientos, usando el mismo producto, de un médico a otro?

Sí, mucha, infinita. Y, siendo sincero, por mi experiencia de años hasta que te diría que en mi opinión hay profesionales que ni deberían coger la jeringa en sus manos. Un buen inyector en medicina estética, jugando con profundidades, planos y densidades de los productos, hará un trabajo fino, embellecedor, rejuvenecedor y natural en cuestión de minutos, mientras que un principiante o un profesional sin este “arte de pinchar”, durante horas no conseguirá nada más que un resultado escandaloso, poco fino y además puede producir efectos adversos indeseados. Y ya dejo de lado el dolor y molestias que pueda causar.

¿Qué tipo de efectos adversos se pueden producir durante un tratamiento de medicina estética mal realizado? ¿Y qué nos puede decir de los servicios de medicina estética de centros de belleza y peluquerías?

Todo depende del sitio y del profesional: hematoma, hinchazón, rojez o costritas son los típicos efectos secundarios de los tratamientos de medicina estética. Otra cosa son efectos secundarios graves como granulomas, cuerpos extraños, asimetrías graves, necrosis del tejido, quemaduras graves, efectos antiestéticos, infecciones, etc.

Los primeros efectos secundarios son típicos en consultas médicas, los segundos lo son en centros y salones de belleza, peluquerías y “consultas” caseras.

En España últimamente se está propagando la moda de cursos de formación (obviamente ilegales) para personal no sanitario, donde se les enseñan técnicas de infiltración y se les obsequia con un título o diploma (también sin valor ninguno) que certifica poseer el título de una u otra técnica inyectable. El problema empieza ahí. La mayoría de estos “especialistas”  son conscientes de que hacen cosas ilegales, pero por el afán económico se exponen al intrusismo y ponen en riesgo la salud de sus clientes; otros piensan que harán bien su trabajo, pero están siendo engañados por los comerciales de marcas ilegales y productos de tercera (ya que los buenos productos inyectables y las marcas de renombre no se arriesgan  a vender sus productos a no profesionales) e inconscientemente producen desastres estéticos. Consultas de médicos en peluquerías, parafarmacias y centros de uñas… Si lo pensamos un poco, ningún médico que sea bueno acudirá a realizar tratamientos en sitios que no sean sanitarios y no tengan los permisos pertinentes. Y en cuanto a las enfermeras o pseudoenfermeras, ya lo dejo a valoración propia del lector.